Siempre se puede, solo hay que hacerlo y empezamos a jugarnos. Y jugar era liberar. Jugar era reír. Jugar era compartir. Jugar era soñar. Jugar era buscar. Y en ese buscar encontramos nuestra chiquitita, la que éramos, la del corazón. Ya que todo, todo, todo es tuyo si querés y la siembra siguió. Hoy aquí, mañana allá, siempre soñando un mundo mejor. Más luces prendidas menos conciencias apagadas.